SE BUSCA ALBAÑIL

Un día me detuve a mirar el frente de mi casa y pensé: “Esto tiene que ser reparado”.

Tomé un pico chiquito y comencé a romper donde había ruido a hueco.

Estaba muy atareada en estas labores, cuando veo que estaba llegando el Colorado y, a medida que se acercaba, su cara iba cambiando.

Me mira y con mucha paciencia (porque si algo le sobra es eso: paciencia), me dice: “Estás destruyendo la casa!”.

“Bueno, si lo mirás así parece que la estuviera destruyendo, pero en realidad la estoy arreglando.”

“Qué bien!, me quedo más tranquilo…”

A esta altura la pared ya estaba llena de unos agujeros horribles.

Al día siguiente, preparé material y la revoqué lo más rápido posible para que cuando llegara mi maridito se sintiera orgulloso de mí.

El revoque había quedado genial, pero tenía que tapar el color del cemento para poder pintar.

Y ahí fue donde tuve otra maravillosa idea: pasarle enduido a toda la pared para que quede bien prolija.

Como no podía esperar, puse manos a la obra, compré cuatro kilos de enduido y comencé a trabajar, sin saber que todo el frente me iba a llevar veintidós kilos de ese material.

Fueron varios días de ardua tarea; el Colorado que ese fin de semana pensaba descansar, se encontró con que yo había alquilado una escalera muy alta para que él me ayude.

Entonces me pregunta: “y por qué la escalera?”… “Porque mientras yo pinto la parte más baja, vos pintás la parte más alta y tenés que terminar mañana, porque me cobran veinticinco pesos por día”.

El frente quedó muy bien, pero yo creí que me moría de cansancio.

Ahí no tuve dudas de que este hombre me ama, porque de lo contrario ya me hubiese matado!

El Colorado dice que su vida sería muy aburrida si no me tuviera. Qué suerte! ahora me quedo más tranquila…